Esta exposición reúne a diez artistas que trabajan las formas desde lo escultórico y lo conceptual. En esta muestra se reconoce el trabajo de dos momentos en la cerámica venezolana, el primero, el auge de las décadas de 1980 y 1990, donde se percibe la influencia de escuelas nacionales e internacionales y representado por figuras como Josefina Álvarez, Esther Alzaibar, y Noemí Márquez, experimentando con lo abstracto, lo geométrico y lo escultórico. En un segundo momento se incursiona con propuestas más conceptuales como la de los artistas Isabel Cisneros, María Esther Barbieri y Cristóbal Ochoa al igual de artistas que han experimentado en sus investigaciones el uso de la cerámica como soporte o con algunos conceptos asociados a ella, por ejemplo, Alberto Asprino, Lucía Pizzani y el caso de Luis Arroyo. También se presenta un fragmento de una obra urbana de Carlos Cruz-Diez, donde se utiliza la cerámica impresa con serigrafía, producida en serie de forma industrial, en la que resalta la capacidad de la cerámica de resistir situaciones ambientales adversas.
Al igual que nuestra cultura, la cerámica se define paradójicamente por la vulnerabilidad y fragilidad, y a la vez, por su resistencia al tiempo y condición refractaria. Abordando con libertad todos los temas planteados, y haciendo un juego de palabras con las características de las obras, recreamos un nuevo mundo de relaciones y coincidencias donde la condición de ser mutable es lo central. Las obras se transforman y sugieren distintos materiales, en otros casos el efecto óptico y la maleabilidad sugieren movimiento y cambio. Estas cualidades nos llevan a reflexionar sobre la capacidad de adaptación, transformación y equilibrio.
En Venezuela, la cerámica ha tenido un desarrollo muy destacado. La década de los ochenta fue de gran importancia en la formación de ceramistas, y fueron muchas las influencias de grandes maestros de todo el mundo, otorgándole a la cerámica en nuestro país alta calidad y técnica. En este momento, en esta exposición queremos destacar no solo la adaptabilidad y maleabilidad de un material como la cerámica, sino la importancia de la reconquista de su vigencia dentro del panorama cultural.
Alberto Asprino
Carlos Cruz-Diez
Cristóbal Ochoa
Esther Alzáibar
Isabel Cisneros
Josefina Alvarez
Lucía Pizzani
Luis Arroyo Poleo
María Esther Barbieri
Noemí Márquez
Con esta obra Alberto Asprino nos transporta a los años 80 haciéndonos reflexionar sobre el regreso a la naturaleza, al origen, a la materia básica; lo hace a través de la elaboración de rocas fabricadas con cerámica y otros materiales. Esta roca meteorizada, luego de haber sido sometida a la intemperie por más de tres décadas y mimetizada con el ambiente, es literalmente desenterrada para volver al espacio expositivo. En momentos dominados por el caos y la tecnología, Asprino nos reconecta con lo natural, con el paisaje, anclándonos a tierras
Lo que ha caracterizado el trabajo de Noemí Márquez, es la utilización de la cerámica como escultura de gran formato. Consigue con especial destreza el ensamblaje de piezas autoportantes que alcanzan una altura casi monumental, que además logran desafiar el equilibrio necesario que requiere una obra de esa magnitud. Noemí nos ofrece una pieza totémica que sugiere una conexión ritual. En Tierra Maravillosa, Márquez no interviene la superficie con texturas y gráficas como sucede en otras, aquí muta de corrugada -con aplicaciones e impresiones- a lisa y las tonalidades obtenidas en su fase de quema hablan de fortaleza y levedad.
Cristóbal Ochoa en su instalación cerámica desdobla el traje que originalmente pertenece a una acción de movimiento. Este gesto, donde aplana e inmoviliza el ropaje de su trabajo de performance conos de madre, a través de un módulo geométrico tridimensional y repetitivo, es un ejercicio que podría buscar ordenar, catalogar y conservar las acciones efímeras del artista. La obra Desintegrados es un recorrido poético a través de un trópico que se desarma; el color de los módulos hace referencia al movimiento cinético que ha identificado al arte en Venezuela, y su composición abierta y heterogénea, sugieren la acción en conjunto e individual de una sociedad en una profunda crisis. La obra, como su nombre lo indica, se desintegra con la acción colectiva del público que es invitado a colaborar con el desmontaje de la instalación.
Carlos Cruz-Diez ha experimentado siempre con el uso de materiales en las soluciones modulares y seriales enfrentando también, la noción de lo perdurable en el tratamiento del color y la resistencia al tiempo. Descubre en la cerámica la posibilidad de combinarla con otros materiales industriales como el hierro y el aluminio; sobre todo en las obras de grandes dimensiones y de carácter urbano como es la reconstrucción de la Fisicromía en honor a Andrés Bello ubicada en la Plaza Venezuela de Caracas. Son muchas las obras que Cruz-Diez trabaja con esta solución y combinación de materiales que lo hacen un genuino representante de la contemporaneidad, de la abstracción geométrica, del trabajo con el movimiento y la virtualidad.
Esther Alzáibar, fundadora del Taller Barro y Fuego (1973) que funcionó en El Hatillo durante más de tres décadas y fue centro de formación de importantes ceramistas. La producción era mayormente de carácter utilitario, donde destacan como obras especiales los murales que Alzáibar fabricó. El mural circular Positivo/Negativo está formado por tacos de arcilla que secciona y modela con nylon generando unas superficies suavemente texturadas que rememoran las pequeñas líneas de una concha marina.
En una referencia directa al mundo natural con la serie Lajas Josefina Álvarez transita las capas geológicas que habitan la superficie somera. La combinación de minerales y esmaltes a través de la variación de temperatura y oxígeno, generan colores y texturas que parecen develarse por el ligero y transparente fluir del agua en una orilla, igualmente la forma hecha por modelado parece provenir de un golpe seco que fractura la roca. Una de ellas sin embargo, aunque parecida en forma y color, se inspira en la obra de Reverón, interviniéndola con figuras de palmeras y fiestas caribeñas que reposan en el espesor y la forma irregular de la laja.
El trabajo de Lucía Pizzani, en esta ocasión hace un registro del movimiento y la transformación, recurriendo a la cerámica como material idóneo para el modelaje de su serie Capullos (2013). Gracias a las características del material, y con su aproximación barroca de formas sinuosas, texturas viscosas con distintos matices de brillo y múltiples planos y puntos de vista, anticipa la metamorfosis capturando el dinamismo del ciclo vital.
Isabel Cisneros participa con dos obras. La red terracota que parece envolver significados, historias, contenidos. Multidimensional, dinámica y flexible, compuesta de pequeñas piezas moldeadas a mano con los remanentes de arcilla de otras obras, donde se percibe el trabajo manual y meticuloso. In & Out es una escultura flexible, una serie de conos de arcilla amarrados unos con otros, de forma perceptible con un elemento plástico que les permite movimiento y organicidad, sugiriendo la vida que tiene un arrecife coralino.
En la obra Lejos de casa (2014), María Esther Barbieri descontextualiza el lenguaje simbólico de los sellos corporales indígenas, aludiendo a su esencia geométrica y aproximándose así a las formas universales. Como en otras obras de su autoría, el uso de la porcelana como medio preserva la memoria cultural, en este caso los sellos usados en aplicaciones temporales sobre la piel. En una obra monocromática, fundamentalmente blanca, donde la diferencia entre soporte y bajo relieve apenas se percibe, resalta a través del color, la unidad dentro del conjunto.
Luis Arroyo Poleo repasa el libro Vestigios de la Atlántida de Rafael Requena, uno de los pioneros de la arqueología en Venezuela, donde compara apuntes sobre la famosa civilización perdida y la arqueología arcaica en el Lago de Valencia. Esta obra, creada en la sala del Centro de Arte El Hatillo (2015), nos brinda dos lecturas, la inmediata, nos atrapa con sus diferentes tonos acuosos expresando el reflejo del sol sobre su superficie; su azul heterogéneo vibra en la retina y nos invita a la contemplación. Una segunda lectura, más profunda, aparece cuando nos sumergimos en un catálogo de arqueología fantástica, en la labor de recuperación de una sociedad perdida.
Agradecimientos
Alberto Asprino
Carlos Cruz-Diez
Cristóbal Ochoa
Esther Alzáibar
Isabel Cisneros
Josefina Alvarez
Lucía Pizzani
Luis Arroyo Poleo
María Esther Barbieri
Noemí Márquez
Nanín García
Selina Fernández-Shaw
Manuel Linares
Gisela Pittevil
Elbano Sanchez
Nelson Campos
Ader Córdova
Alfredo Arias
Jesús Velázquez
Rolando Cabrera
Carlos Quintana
Carlos Cruz Delgado
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